silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz, de las
tinieblas en que viven.¡Pero, ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la
forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra y la palabra
tímida y perezosa se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e
impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo
marasmo. Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cae el viento,
las hojas amarillas que levantó el remolino.
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican
algunas de mis fiebres: ellas son la causa desconocida para la Ciencia de
mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo
hasta aquí: paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa
tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen
un término y a éstas hay que ponerles punto.
El Insomnio y la Fantasía siguen y siguen procreando en
monstruoso maridaje. Sus creaciones apretadas ya, como las raquíticas
plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia
disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una
tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas profundas, que
acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial
vivo.
¡Andad, pues!; andad y vivid con la única vida que puedo daros.
Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables. Os
vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence
vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una