
J. W. GOETHE
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que toda una noble tropa, con alforjas de mendigo y
un apodo escogido por ellos mismos
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, le haya re-
cordado al rey sus deberes, con burlona humildad?
Somos culpables... ¿de qué otra cosa? ¿Una fiesta de
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A principios de diciembre de 1563, en un banquete, habíanse puesto de
acuerdo varios nobles neerlandeses, entre los cuales se encontraban Egmont,
Berghes y Montigny para adoptar una común librea para sus servidores, según
se practicaba en Alemania; echáronlo a suertes y tocóle a Egmont elegir el
uniforme, el cual se decidió por un traje de lana negra, con mangas anchas y
largas, en las que hizo bordar unas cabezas con capirotes de colorines como
los de los juglares. No tardó en verse en ello una alusión al capelo del cardenal
Granvela, y la regente mandó que cambiaran de insignias, y Egmont escogió
entonces un haz de flechas, que no dejaba de tener alguna semejanza con el de
las armas de los Reyes Católicos. La regente fue lo bastante discreta para no
ocuparse más del asunto.
Más tarde formóse una ligan de nobles para oponerse por todos los medios,
entre otras cosas, al establecimiento de la Inquisición en los Países Bajos.
Orange, Horn, Egmont y Montigny, aunque quejosos de la conducta del rey,
mostrábanse ajenos a la confederación sediciosa. El 2 de abril de 1566 entraron
en Bruselas doscientos coligados armados, llevando a su frente a Brederode y
Luis de Nassau. La regente se avino a recibirlos, pero sin armas, y en la entre-
vista, como los sediciosos se presentaran sin insignias ni condecoraciones, con
unos simples trajes grises, el conde de Barlaimont, partidario del rey, a quien la
regente confié la alarma que aquello le causaba, quiso tranquilizarla diciéndole
en voz baja, pero que no dejó de ser oída por los de la «noble unión»: «No
son más que mendigos» (Ce ne sont que des gueux). Divulgóse la frase en un
inmediato banquete de los de la liga y tomáronla por divisa. Brindóse por los
mendigos en los festines: Vivent les gueux!; todos los confederados adoptaron
el tosco vestido gris e iban con una alforja al cuello, escudillas de palo a la
cintura y una medalla al pecho que por una cara tenía la efigie de Felipe II con
el mote: En tout fideles au Roi, y por la otra, dos manos que sostenían una
alforja, y por lema: jusqu′á porter la besace. Las escudillas, que al principio
eran de palo, acabaron por ser de oro en los jefes de los confederados.- N. del
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